En 2012 nace Galuriña, la empresa de Carmen Sánchez que cuenta con la certificación del Craega y en la que trabaja principalmente con algas; a través de ellas elabora masas y fermentos con los que hace empanadas, pizzas y panes ecológicos. En la actualidad, está buscando dar el paso hacia la creación de dulces, pero siempre a partir de algas. Hablamos con ella sobre los inicios de su proyecto y también sobre la importancia de producir en ecológico, lo cual resulta positivo tanto para la salud de las personas que consumen estos productos como para el planeta y el medio ambiente.
Vimos que la idea de fabricar masa con algas vino de una receta del siglo XIX, ¿cierto?
La verdad es que esta receta surgió de un libro que perteneció a un cura y que quedó en mi casa. Me llamó muchísimo la atención porque revolviendo vi una receta que tenía uno de los productos que lo sometían a un proceso de calor. Entonces claro, yo cuando vi ese proceso dije que pensaba que eso tenía que estar mal, «imposible que con esto salga una masa buena». Y como soy muy curiosa lo probé y vi que la verdad es que conservaba la masa muchísimo tiempo y le daba un sabor muy especial. Yo procuré modificarla un poco para no tener que pasar por ese proceso tan largo, y curiosamente me gustó para seguir elaborando mis empanadas. Claro, a partir de ahí surgió mi proyecto para empezar a hacer empanadas y demás.
¿Cuál es la reacción de la gente al probar vuestros productos? ¿Les sorprende el sabor?
La gente es muy reacia. No estamos acostumbrados a consumir algas, no es un producto que esté muy introducido en la cocina y me costó muchísimo. Tuve que hacer una labor muy importante para darlo a conocer, pero a la gente que empezó a consumirlo les sorprendió, porque no tiene un sabor muy pronunciado y entonces, poco a poco, se fue consumiendo y se fueron aceptando las algas en la masa.
¿Haces tú todo el proceso, tanto la recolección como la elaboración? ¿Puedes contarnos un poco en qué consiste todo este proceso?
Yo controlo todos los procesos. La empresa está diseñada para eso, para controlar desde el inicio hasta el fin. Recogemos, tenemos un plan de explotación que nos concede la Consellería para estos productos, deshidratamos, molemos, y con esos productos hacemos las empanadas, panes y pizzas, y también hacemos los fermentos y los macerados, que son, al final, lo que cambia un poquito con respecto a otros productos que hay en el mercado. Son mucho más digestivos y también saludables para el consumidor.
El proyecto se inició en 2012. ¿Ya desde el comienzo contabais con la certificación del Craega?
No. Yo la verdad es que siempre fui muy reivindicativa con los buenos productos, con productos naturales, y sobre todo estuve siempre muy preocupada por lo que estaba sucediendo en los polos, que se estaban derritiendo, que estaba desapareciendo el pescado, y eso siempre me causó un dolor terrible, ¿no? Veía que el planeta… Te estoy hablando ya desde 2008, cuando Greenpeace hablaba de que el recurso se estaba agotando, que estábamos cruzando la línea roja, y ahí empezó mi obsesión un poco, ¿no? Y fue cuando empecé a pensar en el mundo ecológico, no sabía absolutamente nada, y rebuscando, rebuscando, pues fui encontrando el Craega.
Dime, ¿por qué es importante contar con la certificación del Craega? ¿Crees que es algo que da seguridad y confianza a los consumidores a la hora de comprar los productos?
Todos los controles en la alimentación son buenos. Son molestos, porque tenemos que decir que son molestos, pero también garantizan que el consumidor, cuando consume un producto certificado, tiene la garantía de que ese alimento es eco. Las auditorías son complicadas, porque se introducen a nivel interno en todo tu proceso. Y además vienen sin avisar, que es lo bueno también. Y hacen ellos los controles. Esos controles, de verdad, que son una garantía importantísima para que el que consuma sepa que son productos desde el inicio hasta el final eco.
«Un consumidor que opta por un producto certificado tiene la garantía de que ese alimento es ecológico».
¿Qué características destacarías tú de trabajar de forma ecológica? ¿Qué tienen de especial los alimentos que se hacen así?
Los alimentos son saludables. El consumidor tiene que tener claro que cuando hablamos de pagar un precio alto que no es tan alto, tenemos que considerar qué precio se paga por un producto estándar. Hay productos que no son malos, pero los productos eco, aparte de los controles, se revisa muy bien de dónde se recogen. No tienen químicos ni aditivos, aspectos que repercuten en la salud de las personas en positivo. Y no hay más que ver lo que cualquier especialista puede hablar de una persona que consume ese tipo de productos a largo plazo, esa persona la salud… Puede considerarse que tiene diferencia con un producto que se consume con altos niveles de grasas y aditivos.
¿Cuáles son vuestros planes a futuro? ¿Mantenerse, mejorar, cambiar en algo?
Mejorar siempre. Mi estrategia hacia el futuro es poder delegar en alguien que quiera seguir avanzando. Tengo un proyecto muy chulo, un proyecto que tiene mucho futuro, porque estamos trabajando ahora con una doctora para ver cómo influyen estos macerados tanto a nivel de azúcar en sangre como a nivel de personas intolerantes y, a partir de ahí, podemos seguir avanzando en otro tipo de productos, y que venga gente que quiera seguir con él, yo voy a estar siempre ahí, no lo voy a dejar, pero para poder avanzar y ampliar y ver ya un obrador un poco para que cubra el mercado… El mercado que apueste por este tipo de productos que la verdad que ya tengo, tengo la suerte de tener muchos clientes fieles y muchos… clientes también que tienen tiendas y supermercados que están apostando por este producto. Y bueno, desde aquí también doy las gracias porque no es fácil a veces.