Romper el ciclo natural de las cosas tiene un precio. Y la ciencia lo corrobora poco a poco. Demostrado está que pesticidas como el DDT –ya prohibido- inciden en el alzhéimer y que hay otros que se relacionan con el parkinson. Existen además “evidencias” de que estas y otras enfermedades como la depresión podrían podrían tener su origen en el intestino. Por eso, llevar una alimentación saludable, a base de producto ecológico y sin procesados, es tan importante para prevenir determinadas enfermedades. Es lo que defiende Carlos Spuch, neurocientífico del Instituto de Investigación Sanitaria Sur y coordinador de la Red Gallega de Investigación en Demencias. Ahora tiene entre manos un proyecto piloto que intenta probar que la dieta ecológica es capaz de disminuir la actividad inflamatoria en el intestino.
¿Somos lo que comemos?
Estamos formados por un montón de sustancias. Desde que nacemos hasta que morimos, lo que incorporamos a nuestro organismo llega a través de la respiración, de la alimentación o de lo que nos pueda pinchar el médico. Nada más. En la respiración influyen factores externos como la contaminación, pero lo demás depende de la nutrición. Cuando eres niño, si ingieres un tipo de grasa determinado, hidratos de carbono en exceso y además hay déficit de proteínas, se modifica el neurodesarrollo y eso va a tener consecuencias en la edad adulta.
Entonces no hay alimentos ni buenos, ni malos. Todo es una cuestión de equilibrio…
Lo difícil es estar equilibrado. Salvo que exista una patología que lo impida, la mejor dieta es aquella en la que comes de todo y variado. Las grasas no se deben eliminar nunca por completo. Son muy importantes para el sistema nervioso. El 70% del cerebro está compuesto de grasa y nuestras neuronas la necesitan para funcionar. ¿Qué sucede entonces cuándo llevas una dieta alta en hidratos y baja en grasa? Que el desarrollo del cerebro no es bueno. Hay estudios que demuestran que los niños que consumieron pocas grasas tienen un desarrollo cognitivo un poco más lento. Son normales, pero les lleva más tiempo resolver problemas o reaccionar frente a ciertas cosas. En resumen, hay que comer de todo y variado.
¿Conviene pues incluir las grasas en la dieta?
Pues claro. O que hay es que escoger el tipo de grasa y encontrar el equilibrio. En Galicia tenemos dos de los alimentos con mejor composición de ácidos grasos que existen en el mundo: el pescado azul y la leche. Lo que no sabe la gente, en términos generales, es que los ácidos malos son necesarios para la correcta absorción de los buenos. Lo de que algo es bueno o malo es muy relativo. La naturaleza misma es así y todo tiene sus funciones.
¿Estamos envenenándonos con la alimentación de hoy en día?
Envenenar es un poco fuerte, pero si que estamos a modificar nuestros patrones alimentarios. Lo perjudicial es tomar siempre productos procesados. Por otro lado, es positivo que surjan tendencias bio. Poco a poco, la ciencia demuestra que la dieta de nuestros abuelos era mejor que la de hoy. Pero volviendo al veneno, quizás habría que decir que si, por el excesivo uso de pesticidas que se registra en la actualidad. Cada vez salen más estudios que verifican que ciertos plaguicidas con una alta concentración en alimentos provocan problemas crónicos en nuestro cuerpo. Por eso, son un defensor del producto ecológico: lo más importante no es lo que tienen, sino lo que no tienen.
¿Cómo pueden intervenir los alimentos en enfermedades como el alzhéimer o el párkinson?
Cada vez salen más evidencias de lo que todo el mundo sabe. Ya entre la década de los 80 y los 90, un estudio demostró que había pacientes de alzhéimer con un elevado niel de DDT en el cerebro. A raíz de las presiones del Gobierno ueco, se acabó prohibiendo (se permite su uso en algún caso). También hay evidencias de que ciertos plaguicidas constituyen un factor de riesgo para el párkinson. Basta con hacer la prueba con una rata: si inyectas el compuesto en cuestión en su cerebro, matas sus neuronas. Ese es el modelo del párkinson. La mayor parte de los pesticidas se utilizan para controlar plagas y malas hierbas, pero muchos tienen efectos neurotóxicos. Se acumulan en niveles muy elevados en frutas y verduras que nosotros ingerimos después y, por lo tanto, pasan a nuestro organismo.
También dice usted que en el intestino se puede encontrar el origen de muchas dolencias…
Hoy en día dos de los focos de atención es la microbiota intestinal (las bacterias y otros microorganismos que residen en el intestino). Todos los alimentos tienen que pasar por la flora bacteriana para que podamos absorberlos. Se sospecha que ciertas poblaciones de bacterias están originando la depresión, determinada manifestación del alzhéimer, el autismo… ¿Y quién modifica la flora bacteriana? Los alimentos. La flora bacteriana es un reflejo de lo que comes. Por ejemplo, la serotonina es un neurotransmisor asociado a la depresión. El 90% está en el intestino. Cuando la microbiota está alterada, la pared intestinal se inflama y la producción de serotonina se trastorna. Si la investigación logra demostrar que el origen de estas enfermedades está en el intestino, podremos controlar la depresión regulando la flora bacteriana.
¿Y es más sano consumir ecológico?
Sí. Porque el producto ecológico no tiene ningún tipo de químico. Y además suele ser un producto de proximidad: madura de forma natural en la huerta durante el tiempo que necesita y llega más rápido a los puntos de venta. Esos antioxidantes tan beneficiosos para la salud de los que tanto se habla, son compuestos que producen las frutas y verduras para luchar contra la exposición solar o contra el ataque de bacterias y hongos. ¿Y eso qué significa? Que no es lo mismo comer una fruta que madurase al sol que otra que lo hiciese dentro de una cámara. En la medida de lo posible, hay que consumir productos de tu región y de temporada. Es hora de asumir que no se pueden comer fresas todo el año porque no se producen. Cada alimento tiene su época. Solo con eso, sería suficiente para provocar el boom económico de una determinada zona.
Usted está intentando probarlo…
Nuestro grupo tiene entre manos un proyecto piloto con pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal. Además de analizar los niveles de inflamación del intestino, también recogemos datos sobre la presencia de ciertos pesticidas en la orina. Después de modificamos sus hábitos alimenticios y les ponemos una dieta ecológica. A los 15 días volvemos a evaluarlos. Esperamos que la dieta ecológica disminuya la actividad inflamatoria en el intestino y que mejore su estado de salud general.